Mi padre amaba los caballos
y ellos también lo habrán amado
sin decir nada
hasta ponerse viejos y morir en silencio
El guardaba palabras en las manos
Y un día las abrió
Y se soltaron en tropel
Y llenaron la vacía llanura, como caballos galopando
Retumban ahora en largas noches del invierno
las palabras
que mi padre nunca pronunció
1 comentario:
y son esas palabras en tropel, no dichas, no escritas, las que galopan las fronteras del idioma y nos terminan abrazando a la vuelta de cualquier invierno, cuando necesitamos algo de calor que nos resucite la espalda... como la mirada del viejo...
Buena poesía Rubén, también tiene el talle del Marel Sarachu, mi padre...
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