viernes, 25 de junio de 2010

Epumer

(A Omar Moreno Palacios)

Epumer es un árbol cabalgando,
un pedazo de bosque que camina.
Hospedaba en su frente el horizonte,
y en su planta la tierra ranquelina.

En vez de bola, hacha o lanza
imponía su mano de peñasco,
para que fuera piadosa despedida
la muerte inevitable del guanaco.

Poseía la confiada mansedumbre
de grande bestia dormida.
Su furia convocaba al rayo,
y era hermano del trueno su alarido.

Llegó a sus manos en ofrenda
desde la pluvial Araucanía,
esa su lanza inacabable
como una lenta agonía.

Prodigó más cuidado a sus criaturas
que avestruz empollando la postura.
En su pecho de gigante se lindaban
el valor desbordado y la ternura.

Sus pares del desierto le enrostraban
el cuidar como propios niños huincas...
Dos niños blancos entonces levantaba
para hacerlos cabalgar en sus rodillas.

Carlos Horacio "Tata" Herrera
www.eldecirdeltataherrera.blogspot.com

sábado, 3 de abril de 2010

Poema largo para Neuquén

Desde esta tierra acostada en las montañas,
Venimos a cantar.

Aquí las bestias y los dioses
dejaron sus huellas marcadas en la piedra.
Aquí fue la araucaria.
El volcán.
Aquí pasó el guanaco, el león, el huemul.
Aquí el hombre llegó, anduvo, buscó su alimento.
Aquí el cóndor se llevó la risa de los niños,
para cantar en el viento de los cielos abiertos.
Aquí fue el amor, y después la palabra.

Venimos a cantar.

Esta es la tierra de los pehuenes
clavados en las rocas,
herida hasta la médula en el cajón del Hualcupén.
La tierra que suelta el calor y el azufre en el Copahue,
y duerme
en la cama abierta de la pampa en Lonco Luan.
La que amontona lágrimas de ángeles caídos
en los lagos del sur,
y sube a las pesadas nubes de la nieve en el Domuyo,
y se pierde
entre torres petroleras
en las arenas obreras del esfuerzo,
y cae hacia el mar, con su esperanza,
buscando el alma de los que llegaron antes,
los primeros,
los del primer álamo, el primer eucalipto,
amantes,
amantes antes
que llegaran las palabras,
las mentiras,
el disfraz necesario para el progreso impío.


Venimos a cantar,
Con la alegría de sabernos vivos.
Desde esta tierra acostada en las montañas,
Venimos a cantar.

Estamos abrazados por dos ríos lejanos.
Uno nace de un pedazo de cielo acunado entre cerros.
El otro baja con fuerza de potro desbocado.
Uno detiene su andar en las represas.
El otro apenas si descansa: es indomable.
Vivimos con nostalgias de agua, de humedad fecundante.
Los ríos separados
se encuentran en un puño urbano, humano, despiadado, ardoroso.
Un puño de cemento,
hierro,
aluminio,
un puño de metales y de carne:
Una ciudad.
Un puño intimidante,
y a la vez candoroso.

Con el puño golpeamos el tambor de la tierra heredada:
Venimos a cantar.

Ayes de guerra reclaman un pasado improbable.
El hombre y la mujer han venido a esta tierra sin marcas,
sin señales, sin residuos del odio.
Aquí pasaron los antiguos de la flecha de piedra
Pero también
pasó el español,
el esquimal,
el tártaro,
el italiano,
el ruso,
el inglés,
y las bestias
levantaron el hocico hacia la luna igual que en otros lares.
Que nadie reclame esta tierra generosa:
está reservada para la humanidad completa.

Con dos brazos como ríos abiertos,
Venimos a cantar.

Rubén Boggi
(Este poema forma parte del espectáculo "Desde esta tierra venimos a cantar", presentado en la avenida 9 de Julio de Buenos Aires, el lunes 24 de mayo de 2010, como parte de la celebración por el Bicentenario de la Revolución de Mayo)

miércoles, 10 de febrero de 2010

Carta al ser amado

Permítame morir antes que usted.
Solo eso pido.
Usted merece andar caminos sin el torpe enredo de mis pies.

Verá, estoy seguro, que es fácil el olvido.

Yo, de mi parte, no tengo vanidades.
La vida es agua que alimenta. Pero no tengo sed.

Dirán: “han dejado de amarse”.
El mundo es un deseo equivocado: no haga caso.

El sol asomará, en la mañana, detrás del paraíso.
Yo no estaré.


Rubén Boggi