jueves, 24 de diciembre de 2009

Creencias. Sergio Sarachu

(…) ya de vuelta de todas las creencias
sus piernas levitando entre los muebles antiguos
descomponen en certezas mi humanidad.
Fraccionan la fe, la hacen eterna y virulenta.
Mirando de costado cuestionan la gravidez del idioma,
colapsan la transpiración.
Todo ha sido creado para descreer
hasta que sus piernas levitan entre los muebles antiguos (…)

martes, 6 de octubre de 2009

La noche, poema II

La noche abre
Una puerta oscura
En el costado de tu alma

La noche es una
Sonrisa dislocada
El amor que se ha ido
Los besos muertos del pasado

Es el roce del frío
En una mano
Es el ruido de insectos olvidados
Es una lluvia de algodones negros
El latido de un corazón cansado
Es la armonía
De la estrella que nunca has visto

La noche
Es una mujer agazapada
Pronta a saltar
A parir en tu boca
Una serpiente negra
Un hilo de saliva
Una palabra.

Rubén Boggi

martes, 18 de agosto de 2009

Poema coloquial II (Rubén Boggi)

De repente, un sol se apaga en el rapto fugaz
de una serpiente.

Se mira la gente como enlutada, entre aromas de albahaca,
y la calle se ha puesto un poco loca,
un poco repleta de semáforos y bocinas,
un poco atisbada entre piquetes, entre humo negro, entre pechos
que arden y son tuyos,
inevitablemente.

Tienen la política entre las piernas, y la ideología se dispara
entre suspiros como una automática del primer mundo.

Dame de nuevo una manzana, dame ese rapto fugaz entre luces rojas
y soles apagados,
dame el deseo, devolvelo, turra diosa de esperanto que nadie
entiende pero todos ambicionan.

Vení, retorná, felicidad amable.
Todos te añoran, lo aseguro.

lunes, 22 de junio de 2009

Poema coloquial uno (Rubén Boggi)

A veces pienso en vos, a veces
Me arrepiento de pensar en vos, y otras
Veces sufro por no haber previsto
Pensar en vos.
Soy un desgraciado. El mundo no se ha hecho
Para mí, eso bien lo sé.
Resulta esto una comedia,
Un vuelo bajo, un vuelo de perdiz insufrible,
Marrón, oscura, ruidosa y breve, con final asegurado
En una cacerola.
Por eso, solo a veces pienso en vos,
Y otras veces imagino que pensando en vos
También pienso en mí,
Aunque es solo a veces, muy de vez en cuando,
Casi nunca,
Casi nada, como siempre, amor, amor perdido.

viernes, 8 de mayo de 2009

Rubén Boggi- La palabra

Una sola palabra
Una sola
Es la que nombra el universo todo
La que alumbra el pavor de la existencia
Es una sola, una
Una mujer con forma de palabra
Dividida en sílabas amables
Una caricia tenue, una nada que pasa tan pronto
Es una, solo una
Que indica el camino de la noche
Un solo fulgor,
Una lágrima sola
Un momento
Una vida
Una sola palabra

lunes, 20 de abril de 2009

Rubén Boggi-La mujer del abanico

La mujer
Abre y cierra sus pliegues
Como un abanico

Su piel de madera
Llena de savia
Derrama en mis manos
Una húmeda ternura

La mujer
Susurra en el viento
Unas tristes palabras

Y después
Se cierra sobre sí
Y guarda
Su trémulo cuerpo

Hasta que llegue
La próxima mirada.

(para Emilio Petorutti, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén).

viernes, 20 de febrero de 2009

Rubén Boggi-Los caballos

Mi padre amaba los caballos
y ellos también lo habrán amado
sin decir nada
hasta ponerse viejos y morir en silencio

El guardaba palabras en las manos
Y un día las abrió
Y se soltaron en tropel
Y llenaron la vacía llanura, como caballos galopando

Retumban ahora en largas noches del invierno
las palabras
que mi padre nunca pronunció

martes, 10 de febrero de 2009

Sergio Sarachu-Acá vivimos

(...) la carrocería de estos huesos sobre la arena
flamea lejos. Sus destrezas de albatro sobre el cerro
ponen el contorno a otra tarde de domingo
con pájaros prestados.
Un rulo de cardo seco ensaya una huida montaña abajo,
se fuga de su muerte, de su agonía amarilla,
de su antojo saltarín sobre las piedras.
El viento vigila agachado en la esquina. Nos espía
con linternas de chimango. Yo autorizo todo movimiento
en esta zona, piensa.
La carrocería y el cardo insisten en rodar,
en crear un taxi del aire
y estampar sus ventanillas de ómnibus
en el pizarrón de la meseta.

El ventarrón de septiembre ha ganado la partida.
Empuja los huesos y el cardo al talón de la barranca.
Un par de espinas moribundas y mis documentos
prueban que acá vivimos (…)

sábado, 10 de enero de 2009

Rubén Boggi - Oda contemporánea

Solo hay una piedra perdida en el espacio.
Una piedra que habla.

Abrazo a todos los que viven en la luz ancestral de las estrellas.
A todos amo, respeto y toco con el deseo.
Porque mañana estarán muertos o desaparecidos.
La furia de hoy, mañana será tenue niebla disipada,
y el amor de hoy posiblemente
será tan solo un recuerdo en el viento de los años,
una hoja amarilla
guardada entre las tapas de un libro,
una inscripción
codificada.

Amantes,
suspiros de un tiempo que fácilmente se agota,
hombres y mujeres
sumergidos en oscuras tentaciones.
Los abrazo,
entre calles miserables o magnánimas,
Entre lágrimas de dolor o de alegría,
transeúntes sin un sol verdadero.
Escuchan violines sin violines,
Pájaros sin pájaros,
Amantes verdaderos,
en un mundo de mentiras hecho y padecido.

Amantes del dinero,
abiertos cuerpos hacia la explanada solar del equinoccio,
humildes y miserables entre basuras,
entre sombras de cristal, plástico y cemento,
en playas tapizadas de dólares,
en burdeles de cocaína,
en pantallas de plasma,
en microchips,
en células cancerosas,
amantes de suavidad transidos,
de caricias siderales,
de clonaciones afectivas.
En la tibia soledad,
en el olvido de los dioses,
en la soledad amarga, en la soledad, en el grito de la soledad.

(Solo hay una piedra perdida en el espacio)

A todos amo,
a todos toco con el deseo de la vida eterna,
con el portento tecnológico,
con el trépano que sondea oscuridades,
con el ojo que busca la luz;
mientras cae la sangre,
entre otoños y primaveras.
Amantes entre consignas,
clichés, publicidades, discursos, ensayos,
mentiras que cotizan en la Bolsa,
orgasmos,
anfetaminas,
convulsiones sociales:
Abrazo y canto a esta sangre presente,
la única,
la que siempre ha estado sumergida y asesinada.

Sangre hecha de tiempo,
sangre de arroyos milenarios,
sangre que brota como flores de paredes antiguas y edificios pesarosos,
Sangre de la araucaria y del rascacielos,
sangre espiritual, sangre en la palabra.

Toco con el deseo esta sangre,
que adivino en cada cavidad placentera,
y en el dolor placentero,
y en la memoria de los siglos.

Todos danzan bajo las estrellas,
o al lado de ellas.
El que busca un plato de comida,
el saciado que se desvive por cambiar de amante.

Entre los cerros donde la selva es dueña,
entre los edificios como montañas azules,
entre las abiertas piernas de los ríos,
entre las apretadas piernas de las calles,
en el baile de la luz y la sombra,
el baile oceánico
de los submarinos nucleares
y de las ballenas francas,
el baile del cascote estelar viajando entre galaxias.

(Solo hay una piedra que habla)

Amantes,
amantes masacrando reses,
amantes de mutación genética,
amantes de hamburguesas,
amantes de granos de maíz,
de brotes de soja, de gaseosas Light,
amantes del plástico que tapiza los pliegues sangrantes de la herida.

A todos toco con el deseo infinito, con la insatisfacción permanente.

Mientras, el mar se lleva los recuerdos,
y los cascos polares se derriten,
y en las playas se mueren
los delfines
al lado de sombrillas virtuales alquiladas por dos dólares.

En el útero salvaje
Escucho el infinito crepitar de las células,
el organismo plural que a todos nos contiene,
antes del fin,
antes de la noche que parirá el exterminio.

Sombra oscura de la luna en nuestra propia cara,
huella de moluscos antiguos en las pampas silentes,
ay de nosotros
testigos de un tiempo efímero en la vastedad del cosmos,
con omnipotencia aferrados al dolor, a la angustia,
mientras pasan las reses por el matadero.

A todos amo,
pequeños humanos,
animales gimientes.
A todos, a todos toco con el deseo,
amparado en la noche estelar,
en la sangría cósmica.

En callejones de drogas hechos,
en el laberinto del discurso ampuloso,
pobres seres, pobres,
encerrados en trabajos,
gozosos de quehaceres domésticos,
pobres seres,
en un ojo con lágrima plastificada,
en la lenta ceniza de los mundos muertos.

(Una piedra, una piedra que habla)

A todos toco con el deseo,
porque mañana estarán desaparecidos,
y nadie los recordará,
ni siquiera la discreta flor de otra galaxia.

Estamos de viaje,
compañeros,
camaradas de angustias y alegrías,
con los muertos, caricias que se han ido,
con besos en la oscuridad,
con risas de niños en los húmedos parques,
con multitudes,
multitudes pariendo
sobre las playas de estacionamiento
de los supermercados.

En una hoja,
En una gota de agua,
En una célula,
En el parpadeo tenue de las computadoras,
toco con mi deseo el espíritu calcificado del hombre.
En las ciudades vacías,
en las ruinas siderales, en los satélites,
en el movimiento permanente,
escucho la música de los dioses que nos antecedieron,
toco el deseo de los seres que vendrán,
mientras la carne se agota en la batalla,
y en la luz reflejada por la luna sobre las dunas sedosas del desierto
se ven
pequeños animales
que aguardan la alborada.

Escribo con la sangre contaminada de radiación,
en los labios de las publicidades,
en el coro desafinado de las masas cantarinas,
en los misiles del descontento,
en el engaño atroz de los arquitectos.

Sólo ha quedado una piedra que habla.
Una piedra.
Una piedra que habla, y gira en el espacio.