jueves, 24 de julio de 2008

Rubén Boggi-Hombre en Neuquén

Hombre en Neuquén

Primero fue la selva y el pantano.
El mar fecundo, la planicie agitada.
El hombre era solo un sueño oscuro
en el ojo de un dios. Era nada.
Grandes bestias desgarraban el aire.
Y la tierra se abría.
Y era de fuego el agua.
No había amor allí. Fue antes del amor,
antes del odio, que la montaña
salió desde el abismo
y puso entre las piedras
la araucaria.
Llegó el silencio. La noche blanca
enterró animales marinos.
El hombre vino, oscuro y anhelante,
liviano como el aire.
Hizo la flecha, el ánfora,
La cuchara, el arnés, la palabra.
Mató para comer, cuidó el sembrado,
enfrentó a otros hombres,
hizo la guerra, odió, torturó
a las bestias, lloró después por ellas,
pintó las piedras con ideas,
imaginó a los dioses, les rindió
pleitesía, los engañó más tarde.
En el rumbo del alba,
amó también, y mucho.
Todavía camina este Neuquén
bravío. Todavía es nada.
Y sin embargo,
cuánto ha padecido.
En las ciudades, hay otras batallas.
En el humo rojo de las tardes,
quiere saber. Pero le está vedado.
Ahora duerme.
Ahora recorre la última distancia.

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